Fabio Fusaro - Mi Ex Novia
Bueno encontre este libro que me gusto mucho y lo queria compartir con Your's es un poco machista por las dudas o sea es más recomendado para hombres... Les dejo el Prologo solamente sino busquenlo en la web o comprenselo, jejeje. Bueno asi empieza... 

Prólogo
—Vos tenes que poner un aviso en el diario que diga:
"Recupere a su ex novia" —me dijo un día mi hermano.
Hernán, cuatro años menor que yo, siempre me había visto
como una especie de gurú en el tema "consejos sobre mujeres".
Para él era una gran ventaja tener un hermano mayor. Alguien
que pudiera decirle, por ejemplo, que había sido un error arreglar
con una chica para que fuera ella la que llamara, porque se
quedaría tranquila sabiendo que cuando ella quisiera levantaría
el tubo y llamaría. En cambio, si era él quien había dicho que
llamaría, la que iba a estar pendiente del teléfono iba a ser ella.
O, como en otra oportunidad, cuando la novia de turno de mi
hermano estaba agrandada y le daba poca bola, mi consejo fue
que directamente le dijera que quería cortar. Ante su mirada de
sorpresa le expliqué que si ella realmente estaba en otra iba a
aceptar sin más su decisión. En ese caso no tendría sentido
seguir con una mina a la que ya no le interesaba estar con él. Y
si sólo se estaba haciendo la estrella, con su gesto ella iba a
reaccionar, trataría de convencerlo de que no la dejara y asunto
solucionado.
Esos consejos aparentemente elementales eran para Hernán
como una especie de recetas mágicas que hacían que todo
funcionara.
Es que cuando uno ve los problemas desde afuera, los ve con
la cabeza fría.
Por otro lado, para mí era una satisfacción poder evitarle un
dolor de cabeza, o más bien de corazón. Además, yo sabía
perfectamente lo que se siente en esos casos: ese nudo en el
pecho, esa falta de voluntad para hacer cualquier cosa, esa
necesidad de que la mina te abrace llorando y te diga cuánto te
quiere.
Y lo que yo sentí en algunas oportunidades no se lo deseo ni a
mi peor enemigo. Esos sentimientos de abandono, de engaño, de
frustración, de angustia y de impotencia frente a determinadas
situaciones amorosas eran sin duda la verdadera razón por la
cual me nacía esa vocación de ayudar.
De ahí que no solamente fuera mi hermano quien venía en
busca de orientación sobre el tema, sino también sus amigos y
los míos. Y como consecuencia de los buenos resultados, también venía algún que otro amigo de un amigo.
Las experiencias que me habían dejado algunas de mis
relaciones, sumadas al éxito alcanzado por varios de los que
habían venido a mí por consejos, hicieron que cada vez fueran
más las personas que me elegían a la hora de buscar una
orientación en temas amorosos. Para mí realmente era un placer
ayudarlos a ver una realidad que ellos mismos esquivaban, a
terminar con el juego perverso de una mujer o a redactar una
carta de reconciliación tras alguna tonta metida de pata.
—Te digo en serio, ponemos una oficina y un aviso en el diario
que diga: "Recupere a su ex novia" —insistió Hernán.
— ¡Vamos que ya están los chori! —gritó mi cuñado desde la
parrilla y obviamente la conversación quedó trunca.
¿Qué tema no se corta a las dos de la tarde de un domingo
ante ese grito de guerra?
Un año más tarde llego a casa y me encuentro con que mi
hermano se ahogaba en sus propias lágrimas. La minita de turno
lo había dejado. La situación era extraña porque no se trataba de
un noviazgo largo, sino de una historia nueva de la cual nadie
sospechaba que tuviera tanta importancia para él.
—¡Pero déjate de hinchar las pelotas! ¿Quién es? ¿Pamela
Anderson? —le dije indignado.
A Hernán no le importaba nada. Aparentemente se había
enamorado. Por algo en algunas culturas antiguas, cuando te
quieren maldecir, te dicen: "Que te enamores".
Un clásico: la nena nueva se había ido de viaje y regresó
"confundida". "Que vos esto... que vos lo otro..."
Aparentemente mi hermano era el culpable de su confusión.
Del tipo que seguramente había conocido en el viaje no dijo ni
mu. Y bueno... así son. Expertas en echarnos la culpa. Y lo peor
de todo es que les creemos y duplicamos nuestro dolor, porque
no sólo nos angustiamos por perderlas sino
que además supuestamente las perdemos por nuestra culpa.
Y queremos cambiar lo que "ellas dicen" que les molesta cuando
aparentemente— ya es tarde.
La estrategia de recuperación de aquella chica a quien mi
hermano y yo bautizamos "la pequeña alimaña" duró un año.
Un año de hacer las cosas bien. Como corresponde a un
hombre con dignidad y orgullo y que no depende de una mujer
para vivir. Cosa difícil de lograr porque todo hombre en esas
circunstancias pierde la dignidad, el orgullo y depende de esa
mujer para vivir.
Claro que no todas las mujeres son recuperables, pero si se
aplican los métodos correspondientes, las posibilidades
aumentan un doscientos por ciento. Y en este caso le tiramos
con toda la artillería.
Éste fue uno de los últimos grandes éxitos que logré
aconsejando a mi hermano e incluso me atrevo a decir que se
nos fue la mano, porque hoy la feliz pareja son marido y mujer.
Unos meses después de su casamiento, seguramente
reflexionando sobre las estrategias aplicadas en un pasado
cercano, nuestras largas charlas, nuestras conjeturas y los
posteriores buenos resultados, mi hermano reapareció con una
nueva propuesta: "Tenes que escribir un libro para recuperar
mujeres".
Su argumento fue convincente: "No podemos quedarnos de
brazos cruzados viendo cómo los hombres se rebajan ante las
mujeres, cómo equivocan el camino para recuperarlas y lo que
les cuesta ver la realidad y sacarse de la cabeza a una mujer que
evidentemente no vale la pena, teniendo las herramientas para
ayudarlos".
Ese día no sólo no aparecieron unos humeantes chori que
desviaran el tema sino que el efecto de las caipirinhas que nos
estábamos tomando lo potenció. Fue entonces cuando
comenzamos a darle forma en nuestras mentes a “Mi novia.
Manual de instrucciones”, mi primer libro sobre el tema. El mismo
salió a la venta en diciembre de 2001 y todo lo que sucedió a
partir de su lanzamiento fue increíble. Inesperadamente comencé
a recibir e-mails de lectores con felicitaciones, agradecimientos y
también "consultas".
Me llamo Carlos y soy un lector de tu libro... tal vez puedas
ayudarme, estoy desesperado. Hace unos quince días me dejó mi
novia, con la que teníamos una relación maravillosa desde...
Yo respondía a cada e-mail con el mayor de los esmeros. Al
tiempo tuve que crear un sistema de archivos para poder seguir
el hilo de los problemas de tantos lectores, dado que cada uno
me escribía como si fuera el único.
Luego comenzaron las invitaciones a comer pizza o algún que
otro asado con grupos de lectores, amigos entre sí, quienes
disfrutaban contándome sus experiencias.
Las recomendaciones boca a boca sobre mi libro hacían que
recibiera cada vez más consultas. Al ver que tantos hombres
buscaban ayuda, me empezó a rondar en la cabeza la idea de
crear una página web de asistencia a hombres que sufren por
amor.
Si bien yo no tenía mucha idea sobre informática, estaba
seguro de que, cuando tenes una idea clara y un proyecto al cual
le pones entusiasmo, el universo conspira a tu favor.
Y como si se tratara de una conspiración universal, un día vino
mi amigo Claudio a contarme que se había organizado una
reunión de egresados "de todas las épocas" de nuestro querido
colegio secundario, el Instituto Sarmiento de Flores, en un
bowling muy grande de Belgrano. Seguramente, al tratarse de un
evento importante, alguien habría alquilado el lugar especialmente.
Esa noche, para estacionar, tuve que dar como doscientas
vueltas. Llegué al local con una hora de atraso.
Éramos cinco.
Y bueno... ya estaba ahí.
A mi lado se sentó un tal Eduardo, que había egresado cuatro
años antes que yo y se había dedicado a la computación. Mi idea
de armar una página web de ayuda a hombres abandonados por
mujeres le pareció estupenda e inmediatamente comenzamos a
darle forma al proyecto. Al poco tiempo de ese encuentro ya
estaba online.
El site, además de información sobre cómo actuar ante una
ruptura amorosa, contaba con un sector de consultas que
llegaban directamente a mi casilla de e-mail. Pocos meses más
tarde, y debido a la cantidad de pedidos de asistencia recibidos,
se nos ocurrió cambiar el sistema por un foro de ayuda.
Hoy, el site (http://www.exnovia.com.ar) tiene cientos de visitas
diarias y el foro cuenta con más de veinticinco mil mensajes.
Algunos usuarios de dicho foro fueron ganando experiencia y
se convirtieron en ayudantes expertos para atender la demanda
de consejos que llegan desde España, México, Guatemala,
Venezuela, Colombia, Chile y Ecuador, entre otros países.
Si bien los hombres pueden tener características diferentes de
acuerdo con su nacionalidad, es indudable que las mujeres son
iguales en todo el mundo.
Parecen tener un código de
comportamiento internacional que respetan a rajatabla.
Por supuesto, la experiencia fue creciendo con los casos. Las
estrategias se fueron perfeccionando y surgieron
una gran cantidad de temas a tener en cuenta en el proceso de
recuperación tras una ruptura. Allí surgió la necesidad de reunir
en un nuevo libro toda la experiencia acumulada en los últimos
años.
La satisfacción que siento cada vez que doy una mano a
alguien para aliviar el dolor por un abandono, para recuperar a
una novia o para ayudar a entender que lo mejor es que se haya
ido... es muy difícil de explicar.
Cualquiera puede dar una clase de supervivencia, pero si la
clase está a cargo del sobreviviente de una tragedia aérea que
estuvo durante meses luchando por su vida, esa actividad tendrá
seguramente un valor especial.
En el amor todo lo que sucede conviene.
Para los fines de mi ahora tarea profesional, sin duda fue muy
conveniente que la novia que tuve durante tres años y medio me
dejara para seguir adelante con su carrera de modelo: un
esquema de vida en el cual yo seguramente no encajaría. Un
mes antes de su decisión, nada era más importante que estar
juntos y hacer proyectos. Llegaron las vacaciones y mi dulce
angelito se fue con sus papitos a Mar del Plata... ¡qué lindo! Al
regresar tenía más humos que incendio de gomería. ¿Qué había
sucedido en el medio? Resulta que se había anotado en un
concurso de belleza organizado por no sé qué boliche y se ve
que el breve estréllate se le subió a la cabeza, aunque no ganó
nada. Imaginen: boliche, noche, música, luces de colores, tipos
babeantes (muchos) y la señorita caminando en tanguita por una
pasarela que atravesaba el local de lado a lado. No sé si se
entendió bien: "Mi novia caminando en tanguita por una pasarela
en el medio de un boliche".
Como si esto fuera poco, me contaba chocha de contenta que
algunos tipos luego la reconocían por la calle o en la playa y la
saludaban.
Qué poco tenía que ver todo eso con el concepto que ambos
creíamos tener del respeto mutuo.
Hasta ahí la situación no habría pasado de un momento
molesto en la pareja, pero tuvo que aparecer "la tarjetita".
¿Qué tarjetita?
La que le había dado un atorrante al terminar un desfile. Lo
único que quería, seguramente, era... en fin, ya saben.
La tarjetita decía: "Fernando Pirulo. Promotor de modelos", y
un maldito teléfono.
Toda la planificación que habíamos hecho hasta ese momento
fue a parar a la miércoles por un pedazo de cartulina de siete por
cinco.
De la noche a la mañana, pasé a decimoquinto plano en su
vida.
Las mujeres no te dejan en cualquier fecha. Suelen esperar al
día anterior a tu cumpleaños, a un aniversario, la víspera de
Nochebuena o Año Nuevo. Supongo que la intención es que te
duela, si es posible, un poco más de lo normal. Así fue como un
17 de mayo, día en el que cumplíamos tres años y seis meses de
novios, "la modelito", sin derramar una lágrima y tras terminar el
último café pagado por mí —como todo lo que consumió en los
tres años y medio que estuvimos juntos—, me dejó.
También habrá sido conveniente el hecho de que escuchara
accidentalmente una conversación en la que otra novia que tuve
le decía a su hermana lo enamorada que estaba de uno de mis
mejores amigos.
"Sí... sí... la verdad que el tipo está increíble", contestaba la
hermana mientras iban subiendo las escaleras hacia una
habitación del primer piso de su casa de veraneo sin percatarse
de mi presencia. La intriga que me provocaba saber el resto de la
conversación me llevó a cometer el indebido acto de ocultarme
detrás de la entrada y continuar escuchando.
La que continuó hablando fue la que era mi novia desde hacía
dos años.
"Yo lo miro y me muero... y el tipo algo de onda me tira... te
juro que si me da bola largo todo a la mierda y no me importa
nada."
Eso no fue un balde de agua fría. Eso fueron veinte barras de
hielo que cayeron de punta sobre mi cabeza.
Seguramente también fue conveniente que mi madre le hubiera
dejado a una tía que vivía a la vuelta las llaves de nuestra casa
mientras nos íbamos de vacaciones.
Mi novia de turno había decidido irse con las hermanas a no
me acuerdo dónde y por lo tanto me prendí con mi familia unos
días a San Bernardo.
Ella volvió unos cuatro días antes que yo y al regresar recordó
que se había olvidado los lentes en mi mesa de luz.
A sabiendas de que mi tía tenía las llaves, se las pidió y fue a
recuperarlos.
Hasta ahí todo color de rosa si no fuera porque cuando regresé
mi tía me cuenta que después de darle las llaves miró por la
ventana y vio que un muchacho la esperaba enfrente y juntos se
dirigieron a mi casa. Otra cosa que mi tía no entendió es cómo
se puede tardar veinticinco minutos en subir una escalera, tomar
un par de lentes de una mesa de luz y volver.
A mí sí me quedó claro. Fue suficiente con ver que mi cama no
estaba tendida ni por casualidad de la misma forma en que yo la
había dejado.
Sin duda, todos estos hechos fueron muy convenientes, porque
gracias a ellos me di cuenta de lo que eran esas mujeres que
tenía al lado.
Fueron convenientes porque ayudaron en gran manera a mi
aprendizaje para que hoy pueda dar una mano a otros que viven
situaciones parecidas.
Y fundamentalmente fueron convenientes porque si esas cosas
no hubieran sucedido, yo no tendría hoy la mujer que tengo.
Quien esté leyendo esto podrá pensar que fui un gran
perdedor. Nada más lejos de la realidad. Nunca lo sentí de esa
forma. Tuve algunas de cal y otras de arena. Sólo que las de cal
fueron bien pesadas y las de arena no vienen al caso en este
relato.
Yo tampoco fui un santo. Pero los hombres traicionamos de
otra forma. Al menos yo no tuve saña, no tuve maldad, no sentí
placer por herir a la otra persona. Si fui infiel podríamos decir
que fue "por deporte". Los sentimientos estaban en otro lado. Y
si una mina no me iba más, la dejaba. Se quedaba llorando y
lastimada, en eso estamos de acuerdo, pero no era mi culpa.
¿Qué le voy a hacer, chiquita, si vos te enamoraste y yo no?
Pero de ahí a burlarme de ellas, a disfrutar con su dolor, a
mantenerlas a mi lado aun sabiendo que no me interesaban, hay
un abismo.
Haber vivido situaciones de ese tipo podrían dejarle a muchos
hombres resentimiento, odio hacia el sexo opuesto o deseos de
revancha.
Nada de esto me sucedió a mí. Posiblemente porque encontré
en esta actividad de ayudar a otros una forma de canalizar esos
malos recuerdos.
Porque hoy no son más que eso. Malos recuerdos. De vez en
cuando, incluso, me causan mucha gracia.
Vale aclarar que mi ayuda dista de ir en contra de las mujeres.
Muy por el contrario, creo que va a favor de ellas, porque el
objetivo es orientar a los hombres a ser como a ellas les gusta
que sean.
La meta no es separar sino unir. De hecho, son muchísimas
las parejas que se han reconciliado gracias a ciertas estrategias
planeadas en conjunto, y en algunos casos hasta con casamiento
incluido.
Las cosas que les sucedieron a otros pueden ser diferentes de
las que me sucedieron a mí, pero no por eso menos dolorosas.
Entiendo la soledad que sienten quienes, al querer compartir
con amigos o familiares su problema, reciben como único apoyo
frases como: "Ya se te va a pasar", "Es sólo una mina", "Ay, si yo
tuviera tu edad..." o "Con la cantidad de mujeres que hay qué te
vas a andar haciendo problema".
A mí también me las dijeron. Yo también pasé por lo que vos
estás pasando. Yo también lloré. Yo también creí que nada
volvería a tener sentido sin "ella".
La historia que te tocó vivir te parecerá única e irrepetible. La
mujer que te dejó te parecerá tan única como la historia que te
tocó vivir con ella. La frase "no puede ser, yo sé que ella me
quiere" seguramente no dejará de dar vueltas en tu cabeza.
La lógica te dice "no puede ser", pero la realidad te muestra
que "sí puede".
El enamoramiento es una enfermedad mental transitoria que
nubla la razón e impide el buen funcionamiento del cerebro,
pudiendo nacer ver en la otra persona cualidades que no existen y
ocultando defectos evidentes.
Y cuidado que estoy hablando de enamoramiento y no de
amor. El amor es algo muy distinto. El amor es lo que le da
sentido a la vida.
Este libro tiene como objetivo ayudar a encontrar el camino de
vuelta.
De vuelta a ella... o de vuelta a la vida. Curiosamente, el
camino a tomar es el mismo. Tener este libro en la mano es
haber dado el primer paso.
¡Adelante!
—Vos tenes que poner un aviso en el diario que diga:
"Recupere a su ex novia" —me dijo un día mi hermano.
Hernán, cuatro años menor que yo, siempre me había visto
como una especie de gurú en el tema "consejos sobre mujeres".
Para él era una gran ventaja tener un hermano mayor. Alguien
que pudiera decirle, por ejemplo, que había sido un error arreglar
con una chica para que fuera ella la que llamara, porque se
quedaría tranquila sabiendo que cuando ella quisiera levantaría
el tubo y llamaría. En cambio, si era él quien había dicho que
llamaría, la que iba a estar pendiente del teléfono iba a ser ella.
O, como en otra oportunidad, cuando la novia de turno de mi
hermano estaba agrandada y le daba poca bola, mi consejo fue
que directamente le dijera que quería cortar. Ante su mirada de
sorpresa le expliqué que si ella realmente estaba en otra iba a
aceptar sin más su decisión. En ese caso no tendría sentido
seguir con una mina a la que ya no le interesaba estar con él. Y
si sólo se estaba haciendo la estrella, con su gesto ella iba a
reaccionar, trataría de convencerlo de que no la dejara y asunto
solucionado.
Esos consejos aparentemente elementales eran para Hernán
como una especie de recetas mágicas que hacían que todo
funcionara.
Es que cuando uno ve los problemas desde afuera, los ve con
la cabeza fría.
Por otro lado, para mí era una satisfacción poder evitarle un
dolor de cabeza, o más bien de corazón. Además, yo sabía
perfectamente lo que se siente en esos casos: ese nudo en el
pecho, esa falta de voluntad para hacer cualquier cosa, esa
necesidad de que la mina te abrace llorando y te diga cuánto te
quiere.
Y lo que yo sentí en algunas oportunidades no se lo deseo ni a
mi peor enemigo. Esos sentimientos de abandono, de engaño, de
frustración, de angustia y de impotencia frente a determinadas
situaciones amorosas eran sin duda la verdadera razón por la
cual me nacía esa vocación de ayudar.
De ahí que no solamente fuera mi hermano quien venía en
busca de orientación sobre el tema, sino también sus amigos y
los míos. Y como consecuencia de los buenos resultados, también venía algún que otro amigo de un amigo.
Las experiencias que me habían dejado algunas de mis
relaciones, sumadas al éxito alcanzado por varios de los que
habían venido a mí por consejos, hicieron que cada vez fueran
más las personas que me elegían a la hora de buscar una
orientación en temas amorosos. Para mí realmente era un placer
ayudarlos a ver una realidad que ellos mismos esquivaban, a
terminar con el juego perverso de una mujer o a redactar una
carta de reconciliación tras alguna tonta metida de pata.
—Te digo en serio, ponemos una oficina y un aviso en el diario
que diga: "Recupere a su ex novia" —insistió Hernán.
— ¡Vamos que ya están los chori! —gritó mi cuñado desde la
parrilla y obviamente la conversación quedó trunca.
¿Qué tema no se corta a las dos de la tarde de un domingo
ante ese grito de guerra?
Un año más tarde llego a casa y me encuentro con que mi
hermano se ahogaba en sus propias lágrimas. La minita de turno
lo había dejado. La situación era extraña porque no se trataba de
un noviazgo largo, sino de una historia nueva de la cual nadie
sospechaba que tuviera tanta importancia para él.
—¡Pero déjate de hinchar las pelotas! ¿Quién es? ¿Pamela
Anderson? —le dije indignado.
A Hernán no le importaba nada. Aparentemente se había
enamorado. Por algo en algunas culturas antiguas, cuando te
quieren maldecir, te dicen: "Que te enamores".
Un clásico: la nena nueva se había ido de viaje y regresó
"confundida". "Que vos esto... que vos lo otro..."
Aparentemente mi hermano era el culpable de su confusión.
Del tipo que seguramente había conocido en el viaje no dijo ni
mu. Y bueno... así son. Expertas en echarnos la culpa. Y lo peor
de todo es que les creemos y duplicamos nuestro dolor, porque
no sólo nos angustiamos por perderlas sino
que además supuestamente las perdemos por nuestra culpa.
Y queremos cambiar lo que "ellas dicen" que les molesta cuando
aparentemente— ya es tarde.
La estrategia de recuperación de aquella chica a quien mi
hermano y yo bautizamos "la pequeña alimaña" duró un año.
Un año de hacer las cosas bien. Como corresponde a un
hombre con dignidad y orgullo y que no depende de una mujer
para vivir. Cosa difícil de lograr porque todo hombre en esas
circunstancias pierde la dignidad, el orgullo y depende de esa
mujer para vivir.
Claro que no todas las mujeres son recuperables, pero si se
aplican los métodos correspondientes, las posibilidades
aumentan un doscientos por ciento. Y en este caso le tiramos
con toda la artillería.
Éste fue uno de los últimos grandes éxitos que logré
aconsejando a mi hermano e incluso me atrevo a decir que se
nos fue la mano, porque hoy la feliz pareja son marido y mujer.
Unos meses después de su casamiento, seguramente
reflexionando sobre las estrategias aplicadas en un pasado
cercano, nuestras largas charlas, nuestras conjeturas y los
posteriores buenos resultados, mi hermano reapareció con una
nueva propuesta: "Tenes que escribir un libro para recuperar
mujeres".
Su argumento fue convincente: "No podemos quedarnos de
brazos cruzados viendo cómo los hombres se rebajan ante las
mujeres, cómo equivocan el camino para recuperarlas y lo que
les cuesta ver la realidad y sacarse de la cabeza a una mujer que
evidentemente no vale la pena, teniendo las herramientas para
ayudarlos".
Ese día no sólo no aparecieron unos humeantes chori que
desviaran el tema sino que el efecto de las caipirinhas que nos
estábamos tomando lo potenció. Fue entonces cuando
comenzamos a darle forma en nuestras mentes a “Mi novia.
Manual de instrucciones”, mi primer libro sobre el tema. El mismo
salió a la venta en diciembre de 2001 y todo lo que sucedió a
partir de su lanzamiento fue increíble. Inesperadamente comencé
a recibir e-mails de lectores con felicitaciones, agradecimientos y
también "consultas".
Me llamo Carlos y soy un lector de tu libro... tal vez puedas
ayudarme, estoy desesperado. Hace unos quince días me dejó mi
novia, con la que teníamos una relación maravillosa desde...
Yo respondía a cada e-mail con el mayor de los esmeros. Al
tiempo tuve que crear un sistema de archivos para poder seguir
el hilo de los problemas de tantos lectores, dado que cada uno
me escribía como si fuera el único.
Luego comenzaron las invitaciones a comer pizza o algún que
otro asado con grupos de lectores, amigos entre sí, quienes
disfrutaban contándome sus experiencias.
Las recomendaciones boca a boca sobre mi libro hacían que
recibiera cada vez más consultas. Al ver que tantos hombres
buscaban ayuda, me empezó a rondar en la cabeza la idea de
crear una página web de asistencia a hombres que sufren por
amor.
Si bien yo no tenía mucha idea sobre informática, estaba
seguro de que, cuando tenes una idea clara y un proyecto al cual
le pones entusiasmo, el universo conspira a tu favor.
Y como si se tratara de una conspiración universal, un día vino
mi amigo Claudio a contarme que se había organizado una
reunión de egresados "de todas las épocas" de nuestro querido
colegio secundario, el Instituto Sarmiento de Flores, en un
bowling muy grande de Belgrano. Seguramente, al tratarse de un
evento importante, alguien habría alquilado el lugar especialmente.
Esa noche, para estacionar, tuve que dar como doscientas
vueltas. Llegué al local con una hora de atraso.
Éramos cinco.
Y bueno... ya estaba ahí.
A mi lado se sentó un tal Eduardo, que había egresado cuatro
años antes que yo y se había dedicado a la computación. Mi idea
de armar una página web de ayuda a hombres abandonados por
mujeres le pareció estupenda e inmediatamente comenzamos a
darle forma al proyecto. Al poco tiempo de ese encuentro ya
estaba online.
El site, además de información sobre cómo actuar ante una
ruptura amorosa, contaba con un sector de consultas que
llegaban directamente a mi casilla de e-mail. Pocos meses más
tarde, y debido a la cantidad de pedidos de asistencia recibidos,
se nos ocurrió cambiar el sistema por un foro de ayuda.
Hoy, el site (http://www.exnovia.com.ar) tiene cientos de visitas
diarias y el foro cuenta con más de veinticinco mil mensajes.
Algunos usuarios de dicho foro fueron ganando experiencia y
se convirtieron en ayudantes expertos para atender la demanda
de consejos que llegan desde España, México, Guatemala,
Venezuela, Colombia, Chile y Ecuador, entre otros países.
Si bien los hombres pueden tener características diferentes de
acuerdo con su nacionalidad, es indudable que las mujeres son
iguales en todo el mundo.
Parecen tener un código de
comportamiento internacional que respetan a rajatabla.
Por supuesto, la experiencia fue creciendo con los casos. Las
estrategias se fueron perfeccionando y surgieron
una gran cantidad de temas a tener en cuenta en el proceso de
recuperación tras una ruptura. Allí surgió la necesidad de reunir
en un nuevo libro toda la experiencia acumulada en los últimos
años.
La satisfacción que siento cada vez que doy una mano a
alguien para aliviar el dolor por un abandono, para recuperar a
una novia o para ayudar a entender que lo mejor es que se haya
ido... es muy difícil de explicar.
Cualquiera puede dar una clase de supervivencia, pero si la
clase está a cargo del sobreviviente de una tragedia aérea que
estuvo durante meses luchando por su vida, esa actividad tendrá
seguramente un valor especial.
En el amor todo lo que sucede conviene.
Para los fines de mi ahora tarea profesional, sin duda fue muy
conveniente que la novia que tuve durante tres años y medio me
dejara para seguir adelante con su carrera de modelo: un
esquema de vida en el cual yo seguramente no encajaría. Un
mes antes de su decisión, nada era más importante que estar
juntos y hacer proyectos. Llegaron las vacaciones y mi dulce
angelito se fue con sus papitos a Mar del Plata... ¡qué lindo! Al
regresar tenía más humos que incendio de gomería. ¿Qué había
sucedido en el medio? Resulta que se había anotado en un
concurso de belleza organizado por no sé qué boliche y se ve
que el breve estréllate se le subió a la cabeza, aunque no ganó
nada. Imaginen: boliche, noche, música, luces de colores, tipos
babeantes (muchos) y la señorita caminando en tanguita por una
pasarela que atravesaba el local de lado a lado. No sé si se
entendió bien: "Mi novia caminando en tanguita por una pasarela
en el medio de un boliche".
Como si esto fuera poco, me contaba chocha de contenta que
algunos tipos luego la reconocían por la calle o en la playa y la
saludaban.
Qué poco tenía que ver todo eso con el concepto que ambos
creíamos tener del respeto mutuo.
Hasta ahí la situación no habría pasado de un momento
molesto en la pareja, pero tuvo que aparecer "la tarjetita".
¿Qué tarjetita?
La que le había dado un atorrante al terminar un desfile. Lo
único que quería, seguramente, era... en fin, ya saben.
La tarjetita decía: "Fernando Pirulo. Promotor de modelos", y
un maldito teléfono.
Toda la planificación que habíamos hecho hasta ese momento
fue a parar a la miércoles por un pedazo de cartulina de siete por
cinco.
De la noche a la mañana, pasé a decimoquinto plano en su
vida.
Las mujeres no te dejan en cualquier fecha. Suelen esperar al
día anterior a tu cumpleaños, a un aniversario, la víspera de
Nochebuena o Año Nuevo. Supongo que la intención es que te
duela, si es posible, un poco más de lo normal. Así fue como un
17 de mayo, día en el que cumplíamos tres años y seis meses de
novios, "la modelito", sin derramar una lágrima y tras terminar el
último café pagado por mí —como todo lo que consumió en los
tres años y medio que estuvimos juntos—, me dejó.
También habrá sido conveniente el hecho de que escuchara
accidentalmente una conversación en la que otra novia que tuve
le decía a su hermana lo enamorada que estaba de uno de mis
mejores amigos.
"Sí... sí... la verdad que el tipo está increíble", contestaba la
hermana mientras iban subiendo las escaleras hacia una
habitación del primer piso de su casa de veraneo sin percatarse
de mi presencia. La intriga que me provocaba saber el resto de la
conversación me llevó a cometer el indebido acto de ocultarme
detrás de la entrada y continuar escuchando.
La que continuó hablando fue la que era mi novia desde hacía
dos años.
"Yo lo miro y me muero... y el tipo algo de onda me tira... te
juro que si me da bola largo todo a la mierda y no me importa
nada."
Eso no fue un balde de agua fría. Eso fueron veinte barras de
hielo que cayeron de punta sobre mi cabeza.
Seguramente también fue conveniente que mi madre le hubiera
dejado a una tía que vivía a la vuelta las llaves de nuestra casa
mientras nos íbamos de vacaciones.
Mi novia de turno había decidido irse con las hermanas a no
me acuerdo dónde y por lo tanto me prendí con mi familia unos
días a San Bernardo.
Ella volvió unos cuatro días antes que yo y al regresar recordó
que se había olvidado los lentes en mi mesa de luz.
A sabiendas de que mi tía tenía las llaves, se las pidió y fue a
recuperarlos.
Hasta ahí todo color de rosa si no fuera porque cuando regresé
mi tía me cuenta que después de darle las llaves miró por la
ventana y vio que un muchacho la esperaba enfrente y juntos se
dirigieron a mi casa. Otra cosa que mi tía no entendió es cómo
se puede tardar veinticinco minutos en subir una escalera, tomar
un par de lentes de una mesa de luz y volver.
A mí sí me quedó claro. Fue suficiente con ver que mi cama no
estaba tendida ni por casualidad de la misma forma en que yo la
había dejado.
Sin duda, todos estos hechos fueron muy convenientes, porque
gracias a ellos me di cuenta de lo que eran esas mujeres que
tenía al lado.
Fueron convenientes porque ayudaron en gran manera a mi
aprendizaje para que hoy pueda dar una mano a otros que viven
situaciones parecidas.
Y fundamentalmente fueron convenientes porque si esas cosas
no hubieran sucedido, yo no tendría hoy la mujer que tengo.
Quien esté leyendo esto podrá pensar que fui un gran
perdedor. Nada más lejos de la realidad. Nunca lo sentí de esa
forma. Tuve algunas de cal y otras de arena. Sólo que las de cal
fueron bien pesadas y las de arena no vienen al caso en este
relato.
Yo tampoco fui un santo. Pero los hombres traicionamos de
otra forma. Al menos yo no tuve saña, no tuve maldad, no sentí
placer por herir a la otra persona. Si fui infiel podríamos decir
que fue "por deporte". Los sentimientos estaban en otro lado. Y
si una mina no me iba más, la dejaba. Se quedaba llorando y
lastimada, en eso estamos de acuerdo, pero no era mi culpa.
¿Qué le voy a hacer, chiquita, si vos te enamoraste y yo no?
Pero de ahí a burlarme de ellas, a disfrutar con su dolor, a
mantenerlas a mi lado aun sabiendo que no me interesaban, hay
un abismo.
Haber vivido situaciones de ese tipo podrían dejarle a muchos
hombres resentimiento, odio hacia el sexo opuesto o deseos de
revancha.
Nada de esto me sucedió a mí. Posiblemente porque encontré
en esta actividad de ayudar a otros una forma de canalizar esos
malos recuerdos.
Porque hoy no son más que eso. Malos recuerdos. De vez en
cuando, incluso, me causan mucha gracia.
Vale aclarar que mi ayuda dista de ir en contra de las mujeres.
Muy por el contrario, creo que va a favor de ellas, porque el
objetivo es orientar a los hombres a ser como a ellas les gusta
que sean.
La meta no es separar sino unir. De hecho, son muchísimas
las parejas que se han reconciliado gracias a ciertas estrategias
planeadas en conjunto, y en algunos casos hasta con casamiento
incluido.
Las cosas que les sucedieron a otros pueden ser diferentes de
las que me sucedieron a mí, pero no por eso menos dolorosas.
Entiendo la soledad que sienten quienes, al querer compartir
con amigos o familiares su problema, reciben como único apoyo
frases como: "Ya se te va a pasar", "Es sólo una mina", "Ay, si yo
tuviera tu edad..." o "Con la cantidad de mujeres que hay qué te
vas a andar haciendo problema".
A mí también me las dijeron. Yo también pasé por lo que vos
estás pasando. Yo también lloré. Yo también creí que nada
volvería a tener sentido sin "ella".
La historia que te tocó vivir te parecerá única e irrepetible. La
mujer que te dejó te parecerá tan única como la historia que te
tocó vivir con ella. La frase "no puede ser, yo sé que ella me
quiere" seguramente no dejará de dar vueltas en tu cabeza.
La lógica te dice "no puede ser", pero la realidad te muestra
que "sí puede".
El enamoramiento es una enfermedad mental transitoria que
nubla la razón e impide el buen funcionamiento del cerebro,
pudiendo nacer ver en la otra persona cualidades que no existen y
ocultando defectos evidentes.
Y cuidado que estoy hablando de enamoramiento y no de
amor. El amor es algo muy distinto. El amor es lo que le da
sentido a la vida.
Este libro tiene como objetivo ayudar a encontrar el camino de
vuelta.
De vuelta a ella... o de vuelta a la vida. Curiosamente, el
camino a tomar es el mismo. Tener este libro en la mano es
haber dado el primer paso.
¡Adelante!